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¿Podremos vivir sin los "likes"de Facebook?

Cada vez son más los países y las redes sociales que dejan de mostrar el número de «likes» en sus páginas en beneficio del bienestar de los usuarios. ¿Por qué ocurre esto? ¿Tiene algún efecto negativo?.

¿Podremos vivir sin los "likes"de Facebook?
¿Podremos vivir sin los "likes"de Facebook?larazon

Cada vez son más los países y las redes sociales que dejan de mostrar el número de «likes» en sus páginas en beneficio del bienestar de los usuarios. ¿Por qué ocurre esto? ¿Tiene algún efecto negativo?.

Unos 7 años atrás, en 2012, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, anunció que esta red social había llegado a los mil millones de usuarios. Habían pasado apenas 8 años desde que este estudiante de Harvard había creado la página que daría a luz a la era de las redes sociales.

Lo interesante es que en 2014 se publicaban los primeros artículos científicos que hablaban de los efectos en la salud mental de los usuarios de este tipo de redes. Así, desde hace años, resulta obvio que las redes condicionan nuestra conducta en más aspectos de los que pensábamos.

Desde entonces son numerosos los estudios que han encontrado una asociación directa entre el uso de las redes sociales y la depresión, la ansiedad, los problemas para dormir, los problemas de alimentación y el aumento del riesgo de suicidio, según investigadores del Centro Nacional de Excelencia en Salud Mental Juvenil de la Universidad de Melbourne. La mayoría de las investigaciones señalaban que quienes padecían de depresión o ansiedad puntualizaban la necesidad de obtener más repercusión (más «likes» y comentarios) de las noticias que subían y vinculaban esto a una necesidad de aprobación por parte de los demás. Sin importar si quienes comentaban eran de su círculo de amigos o familiares o si eran de «amigos» de Facebook: personas con las que nunca habían hablado, ni conocían personalmente. Es decir, la opinión ajena dejó de ser valorada por la cercanía o el afecto y comenzó a tener un peso específico por número. Pero no todo es negativo. El mismo estudio, este de la Universidad de Missouri, que encontró un vínculo entre el uso de Facebook y la depresión también mostró que las personas que usan la plataforma principalmente para conectarse con otros no experimentan los mencionados efectos negativos. También hay evidencias de que las redes sociales pueden beneficiar a las personas que ya están lidiando con problemas de salud mental al ayudarlas a construir comunidades en línea que brinden una fuente de apoyo emocional. Es la diferencia entre una red que atrapa y no deja mover y otra que conecta y sirve de enlace para personas. ¿Cuál es la diferencia entre ambas?

De acuerdo con Adam Alter, del departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York, lo que le ocurre a nuestro cerebro cuando a alguien le gusta una publicación nuestra en Facebook, Instagram, Twitter o en cualquier otra red social, es muy similar a lo que le ocurre con ciertas drogas o productos adictivos. En el momento en que consumimos una droga, bebemos alcohol, fumamos un cigarrillo y cuando recibimos un «like» en las redes sociales, todas esas experiencias producen dopamina, un químico asociado con el placer. Y la razón, según Alter, es sencilla: no está garantizado que vayamos a recibir el «Me gusta». Es la imprevisibilidad de ese proceso lo que lo hace tan adictivo. Si supiéramos que cada vez que publicamos obtendríamos 100 «Me gusta», sería aburrido y previsible.

Pero no solo se trata de cómo nos ven los demás y cuánto nos aceptan, sino del otro lado del proceso: cómo vemos nosotros a los demás. Uno de los problemas con las redes sociales es que, en cuanto a la vida personal, lo que se publica puede haber ocurrido hace cinco minutos, un día o dos meses. Allí (casi) todos presentan las mejores versiones de sus vidas, pueden seleccionar entre miles de imágenes la que desean compartir y cuidar, al detalle, cada palabra y comentario para parecer inteligente y a la vez espontáneo. Esto significa que cada vez que miramos la página de alguien, solo vemos los mejores aspectos de su vida, su mejor versión. Y es una realidad falsa, ya que nadie es perfecto. Falta la otra versión de esa vida.

Los ingenieros crearon «Me gusta» y sus equivalentes para ayudar a enganchar a las personas en las redes sociales. Los humanos quieren validación y afirmación, y algo así da justo eso, proporcionando a los usuarios un impulso de endorfinas. Pero con cada impulso, los usuarios se quedan con ganas de más. De este modo, afectan al comportamiento de los usuarios, tanto como para eliminar publicaciones si no tienen suficientes «likes». No se trata de retractarse, arrepentirse o corregir un error, sino de buscar ser lo que otros más aceptan. El endiablado botón, se ha convertido en juez y verdugo de una generación. Tanto que su creador, Justin Rosenstein, declaró en una entrevista publicada en 2017 en «The Guardian», que los «likes» son «brillantes golpes de pseudo-placer, tan vacíos como seductores». Y aún así el hábito digital más común de los humanos, la participación en redes sociales, no es fácil de romper. No importa si sabemos, sin lugar a dudas, que nos manipulan mediante noticias falsas, si hay perfiles falsos que buscan la estafa o si la privacidad no figura en el contrato. Ni siquiera cuando se nos alerta de posibles riesgos a la salud. Actualmente cuatro de cada diez usuarios de Facebook dicen que se han tomado largos periodos de descanso de esta red social (cifras de un estudio de Pew Research Center ), una tendencia que aún no ha llegado a Instagram o Twitter. Y para renunciar hacen falta dos estrategias: voluntad o dinero. En el último caso, un estudio de la Universidad de Tufts, descubrió que bastaban unos 1.800 euros para que dejemos de usar Facebook un año. En cuanto a la voluntad, muchos han destacado lo que ocurre cuando renunciamos sin motivación externa. El estudio más completo hasta la fecha, realizado por un equipo de la Universidad de Stanford liderado por Matthew Gentzkow, analizó los efectos de abandonar Facebook durante cuatro semanas en 2.500 voluntarios. «Descubrimos que cuatro semanas sin Facebook –señalan los autores en sus conclusiones– mejoran el bienestar y reducen sustancialmente la demanda posterior, lo que sugiere que fuerzas como la adicción y el sesgo puede hacer que las personas usen Facebook más de lo que lo harían de otro modo. Si bien la desactivación (de las cuentas) hace que las personas estén menos informadas, también las hace menos polarizadas y más coherentes con la preocupación de que las redes sociales hayan desempeñado algún papel en el aumento de la polarización política. Las magnitudes estimadas implican que estos efectos negativos son lo suficientemente grandes como para ser reales».

Todo ello ha llevado a que algunos gobiernos hayan pensado en declarar ilegal el botón de «like» (Alemania, Italia, Australia) y que Instagram haya ensayado la posibilidad de ocultar el número de interacciones de los seguidores, algo que Facebook (propietaria de Instagram) también habría estudiado. De este modo, las redes sociales estarían intentado revertir una tendencia nociva para nuestra salud mental, vinculada a la obsesión de una cultura de constante comparación que ha nacido con ellas.

¿Qué papel jugamos los usuarios en ello? Si bien es cierto que las redes sociales ha provocado conductas poco saludables y que algunos gobiernos hayan decidido tomar cartas en el asunto, igual que lo hacen con el alcohol o el tabaco, como hemos dicho muchas veces, no existe una política educativa a nivel tecnológico, una formación de maestros y alumnos, para usar esta herramienta que, si todos los pronósticos se cumplen, no solo no va a cambiar, sino que va a ser más influyente cada vez. «Creo que borrar los «Me gusta», no será la solución a este sentimiento de ansiedad, vergüenza o envidia que tenemos cuando no recibimos muchos «likes» –señala Pamela Pavliscak, antropóloga especializada en nuestra relación emocional con la tecnología–. El impulso humano de aceptación, aspiración y pertenencia a un grupo es tan intenso que no puedo ver a las personas renunciar a eso».

¿Existe alguna receta mágica para ganar followers?

La respuesta rápida es no, a menos que lo que usemos es la táctica de comprarlos, algo que muy pronto se hace obvio. Si bien cada red social tiene su público y su estrategia para ganar seguidores, hay algunas que son comunes. La principal es compartirlas entre sí, mencionar en Facebook la cuenta de Instagram, en Twitter hablar del canal de Youtube, etc. Interactuar con cuentas populares (sin cometer la grosería de pedir que os sigan) haciendo comentarios o preguntas acertadas, aprovechar los Live para conseguir más repercusión y estar atento a lo que hacen aquellos a los que seguimos.La actualidad es también un recurso fundamental, obviamente adaptado al contenido que creamos. Otro recurso son las curiosidades, los datos inesperados que, combinados con una buena imagen, tienen todas las posibilidades de convertirse en virales. Los estudios también demuestran que los seres humanos somos básicamente cotillas, nos gusta saber sobre la vida de los demás. Así un «selfie» tendrá, en general, más reacciones que un paisaje. Pero hay que cuidar que (al menos) parezca genuino y no un posado de horas, con una enorme producción...porque si bien los humanos somos cotillas, también somos envidiosos y no nos gusta que solo nos hablen de éxito. En lo que respecta a las interacciones con nuestros seguidores, hay que mantener una presencia activa y, si fuera posible, aprovechar las marcas para hacer concursos con premios y promocionar que nos envíen preguntas (nuevamente el cotilleo). Pero la realidad es que ganar seguidores y mantenerlos es un trabajo constante y de mucho mimo. Así, a menos que seamos famosos más allá de las redes sociales, debemos trabajar en un contenido coherente, cuidado y original.