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Brexit

Jaume Duch: “Respecto al Brexit, todo es posible todavía”

Jaume Duch, portavoz del Parlamento Europeo/Cristina Bejarano
Jaume Duch, portavoz del Parlamento Europeo/Cristina Bejaranolarazon

Jaume Duch analiza para LA RAZÓN la actualidad de la Unión Europea

Desde la perspectiva y la experiencia que ofrece el puesto de portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch es un perfecto conocedor de la realidad de las instituciones europeas, nada ajena a las crisis que acechan constantemente al proyecto común. Dentro de la prudencia que le exige el cargo y el delicado momento que vive la UE, analiza la actualidad en esta entrevista para LA RAZÓN.

-Se acerca una fecha quizás histórica, el 31 de octubre, la de la salida de Reino Unido de la UE. ¿Está preparada la Unión Europea para ello después de que Boris Johnson haya prometido llevarla a cabo como sea? ¿Cómo ve la situación de las negociaciones?

-Está preparada. Lógicamente, nuestra prioridad todavía es que se logre un acuerdo de salida para que esa salida sea lo menos conflictiva posible y entremos en un periodo de transición que nos permita negociar el futuro acuerdo de relación entre Reino Unido y la UE en condiciones de que se facilite la vida de los ciudadanos europeos y británicos. En el caso de que sea sin acuerdo, la UE ha aprobado una batería de normas que buscan evitar situaciones complicadas, fundamentalmente en temas de transporte, comercio, de respeto de los derechos de los ciudadanos de ambas partes. Pero la prioridad es llegar a un acuerdo, se está trabajando para ello y todavía quedan quince días por delante. Puede ser un periodo muy corto pero también el suficiente para llegar a un acuerdo si el Gobierno británico tiene voluntad. Todo es posible, y de hecho se han intensificado las negociaciones.

-El rechazo por parte del Parlamento europeo de tres candidatos a formar parte de la Comisión -especialmente la francesa- después de que los líderes europeos impusieran los nombres de los presidentes tanto de la Comisión como del Consejo, ¿puede ser un indicio de futuras tensiones entre las instituciones en esta legislatura?

-Creo que se debe vivir este rechazo dentro de la normalidad, cada institución tiene las competencias que tiene y las tiene que ejercer. Me parece que es muy bueno que la opinión pública se dé cuenta de que el Parlamento Europeo (PE) es eficaz a la hora de hacer su trabajo de control de la Comisión, y en este caso su trabajo de supervisión en el procedimiento de investidura de la futura Comisión. Ya me gustaría en los Estados miembros hubiese un procedimiento parecido que permite al Parlamento comprobar la calidad y el nivel de preparación de las personas que después van a formar parte en este caso del gobierno comunitario. El PE lleva haciendo esto cuatro legislaturas, cada vez ha habido algún candidato rechazado por diferentes razones, y en este caso ha vuelto a suceder. Entiendo que en esta ocasión haya habido más “emoción” mediática porque se trataba de la candidata francesa, pero todos los Estados miembros son iguales y todos los candidatos pasan por el mismo procedimiento.

-¿No puede haber traslucido cierto sentimiento de humillación o resquemor en los diputados por el papel jugado por Emmanuel Macron, el presidente francés, en la imposición de Von der Leyen y Charles Michel?

-Eso lo tienen que decir los diputados que votaron en contra Sylvie Goulard, pero la votación no fue precisamente ajustada, fueron muchos más los votos en contra que a favor. Por lo tanto dentro de ese amplio grupo que votó en contra seguro que hubo diferentes razones, pero las que salieron a relucir explícitamente tienen que ver con “dificultades” con su pasado como eurodiputada. Yo en los debates no he oído nada que tenga que ver ni con ajustes de cuentas ni con la nacionalidad de la candidata.

-Tras el rechazo de los candidatos, y la proximidad del 1 de noviembre -fecha inicialmente prevista-, parece que se retrasará la toma de posesión de la nueva Comisión...

-Yo no puedo decir si se retrasará o no, pero sí que el Parlamento europeo está preparado para ir tan rápido como se pueda ir, pero haciendo las cosas bien. De todas maneras la pelota en este momento no está en el tejado de la Eurocámara, ni siquiera en Bruselas: está en el de las tres capitales que tienen que proponer a las tres personas que sustituyen a los tres candidatos a comisario que no han pasado el test del Parlamento europeo.

-¿Qué resta para completar el procedimiento?

-Muy rápido tiene que ir todo para que se puedan respetar los plazos previstos, que son votación de investidura de la Comisión el 23 de octubre en Estrasburgo e inicio del mandato de la Comisión el 1 de noviembre. En el tiempo que resta tenemos que tener las tres propuestas para sustituir a los rechazados. Los elegidos tienen que prepararse y someterse a las audiciones, luego se tiene que reunir la conferencia de presidentes de los grupos políticos para ver que todo está correcto y una vez dada su aprobación puede inscribir en el orden del día del pleno la votación de investidura. De todas formas, de retrasarse, yo creo que no tiene más trascendencia, entre otras cosas porque ya ha pasado anteriormente, como con la primera Comisión de Jose Manuel Barroso, y porque el Tratado ya establece que mientras no entre la nueva Comisión sigue trabajando la antigua. Y no lo hace en funciones, sino con plenitud de competencias y funciones.

-¿La situación ha cambiado mucho en las instituciones europeas tras las últimas elecciones europeas?

-Estamos en un situación en la que la renovación de las instituciones europeas ha comenzado pero no acabado. El PE es diferente. No es menos proeuropeo, porque, simplificando mucho, los votos que perdieron populares y socialistas se los llevaron liberales y verdes. La mayoría proeuropea sigue estando ahí, pero es una mayoría más diversificada, en la que por primera vez populares y socialistas ya no suman la mitad más uno de los escaños de la Cámara, y por tanto hará falta sumar más grupos parlamentarios. Como mínimo tres para aprobar legislación, aunque para estar seguros prácticamente cuatro. Se ha convertido en un Parlamento mucho menos previsible, y sobre todo mucho más difícil de coordinar. No voy a decir controlar porque nunca ha sido controlado, ningún Estado lo puede hacer. Nos encontramos con un Parlamento en el que el 62% de los diputados son nuevos, se han renovado liderazgos en grupos parlamentarios e incluso la composición de estos grupos.

-A menudo se critica a la UE de parálisis a la hora de tomar decisiones en cuestiones urgentes o importantes. Juncker ha luchado contra la necesidad de unanimidad. ¿Se podrá avanzar en este sentido en la nueva legislatura?

-La inmensa mayoría de decisiones que toma el consejo de ministros de la UE ya es por mayoría cualificada, pero es verdad que todavía quedan ámbitos en que se decide por unanimidad, fundamentalmente en política exterior y fiscalidad, en el que además está todo por hacer. Y es cierto, como ha manifestado Borrell, es que si se quiere conseguir una política exterior mucho más eficaz hay que empezar a abandonar la unanimidad en tantos ámbitos de la política exterior como sea posible, como se hace en la legislación comunitaria.

-¿Y cómo se podría hacer?

-Eso lo podrían hacer los Estados miembros mañana mismo, porque el Tratado de la UE ya lo preve, ya dice que se puede sustituir la unanimidad por la mayoría cualificada. Obviamente esa decisión se tiene que tomar por unanimidad. El Consejo no necesita ni a la Comisión ni al Parlamento para hacerlo, y el Parlamento ya lo ha pedido montones de veces.

-Respecto al reto migratorio, puesto de actualidad con la amenaza de Tayyip Erdogan de abrir las puertas a millones de sirios, la UE cuenta con el pacto de Dublín que ha sido un fracaso total. ¿Qué opciones hay ahora para enmedarlo?

-El acuerdo de Dublín sigue vigente, pero ya vimos que no sirve. Ya vimos en 2015 que no sirve, ¿por qué? Porque es un acuerdo que se basa en la buena voluntad de cada uno de los Estados, y de lo que se trata es de conjugar la buena voluntad con obligaciones legales, por ejemplo con un sistema de reparto no digo automático pero sí con unas bases que estén predefinidas, que se puedan aplicar con relativa facilidad, evitanto situaciones en las que unos Estados aceptan, otros no, y al final la carga de la solidaridad se reparte de una manera muy injusta.

-¿Es factible aplicar un sistema así?

-Es factible, la propuesta que está encima de la mesa soluciona eso, porque crea ese sistema de reparto y da a la Comisión las competencias necesarias para efectuar ese reparto. En este momento en Bruselas hay dos instituciones que están perfectamente de acuerdo en cómo hay que hacerlo, que son la Comisión y el Parlamento, pero para modificar la legislación europea se necesita el acuerdo tanto del Parlamento como el del Consejo. El del Parlamento ya está. El día que haya voluntad política en el Consejo se podrá hacer y por tanto se entraría en un sistema, simplificándolo mucho, en el que cuando llega refugiados a la UE no se discute adónde van, sino que la Comisión se encarga de asegurarse de que ese plan se ejecuta como se ha convenido. Pero creo que hasta que no haya una nueva Comisión no se habrá la presión suficiente ante el Consejo para que este tema vuelva a estar encima de la mesa. Necesitamos una mayoría cualificada en el Consejo para sacar adelante el acuerdo de Dublín, y eso es lo que no sabemos si vamos a tener en los próximos meses o no.

-Es, por tanto, otra cuestión urgente...

-La amenaza de Erdogan pone de manifiesto la urgencia de poner al día la legislación en materia de acogida de refugiados. No nos podemos permitir otra crisis de refugiados como la de 2015. Todavía estamos pagando los platos rotos de todo lo que pasó y lo mal que se gestionó porque no había ningún mecanismo comunitario para resolverlo. Eso hizo que surgieran muchas tensiones, que a punto estuviéramos de quedarnos sin el espacio Schengen y eso también ha tenido reflejo en la manera en que han votado algunas opiniones públicas en algunos países en los últimos años. Hace falta un mecanismo de solidaridad teniendo en cuenta que si llegan un millón de refugiados es una media de uno por cada 500 habitantes. No estamos hablando de ningún problema importante de acogida.

-Pero el acuerdo logrado hace unas semanas entre un pequeño grupo de países -Alemania, Francia, Malta, Italia- no es un indicativo de que cada Estado va por su cuenta...

-Yo creo que es un indicativo de que hay países que tienen más prisa que otros. Y mientras no se consiga desatascar Dublín hay que tomar medidas sustitutivas al nivel posible.

-Llama la atención que el primer viaje que ha anunciado Borrell sea a Kosovo, un Estado no reconocido como tal por España...

-Ir a Kosovo puede ser un gesto, pero no solo eso, porque si hay una prioridad para la política exterior europea es todo lo que tiene que ver con los Balcanes occidentales. Es una prioridad desde hace años y lo seguirá siendo, por tanto, que un alto representante de la UE decida viajar a Kosovo entra dentro de la lógica.

-¿Ante el reto de la guerra comercial con Estados Unidos, cuál debe ser la reacción de la UE?

-En este reto lo fundamental es que la UE se presente unida, y en ese sentido jugamos con la ventaja de que la política comercial europea es una política completamente “comunitarizada” en la que la representación de la UE, y la negociación en nombre de la UE la hace la Comisión. Hay un único interlocutor y eso es lo que da fuerza a cada Estado miembro, que cuando se negocia con Estados Unidos lo hace un gobierno europeo, llamémoslo así, que representa a 510 millones de personas.